La segunda salida de turismo cercano está muy ligada a la primera salida. Dentro del mismo entorno de las Montañas de Prades, Tarragona, realizaremos un recorrido por los molinos hidráulicos del Valle del Glorieta, la masia fortificada de Mont-Ravà y la fuente de l'Irla, tres extraordinarias excursiones en las que aprenderemos un poco más de nuestros antepasados y de la vida en el valle. El caudal del río Glorieta y las condiciones del valle permitieron en la zona, entre los siglos XVIII y XIX, la explotación de la industria papelera que llegó a convertirse en la segunda zona manufacturera más importante después de la Anoia con 10 fábricas de papel distribuidas a lo largo del valle. Pero, ¿cómo funcionan los molinos? El sistema consistía en hacer saltar el agua aprovechando los desniveles del valle y así producir fuerza motriz que movía la rueda del molino. El papel que se fabricaba en estos molinos era papel de estraza, un papel marrón para la envoltura de sacos y paquetes, papel de barba, un papel fuerte y satinado doblado en pliegos para escribir cosas de importancia y papel de fumar. Los edificios, por lo general suelen tener tres plantas, el subterráneo se utilizaba para llevar a cabo todo lo relacionado con la fabricación del papel. La planta baja y primera planta eran la vivienda. Las últimas plantas eran utilizadas como mirador y las estratégicamente numerosas ventanas diminutas colocadas en la parte superior del edificio se utilizaban para la última fase del papel, su secado. Nuestra visita sale desde la Ermita del Remei por el camino asfaltado, señalizado con los símbolos y colores de la PR (amarillo y blanco), pasamos el Mas de Forès y nos dirigimos al parking de tierra donde encontramos el primero de los tres molinos de Tarrés: el molino de arriba. El edificio es espectacular, no dejéis de dar una vuelta alrededor para apreciar su grandeza. El agua viene canalizada y se transporta a través de las arcadas por la parte superior del molino. La rueda grande que hacía girar el molino ya no está pero podemos imaginarnos viendo el lugar que ocupaba las dimensiones de las rueda. Cuando estemos en la parte de abajo del molino, si queremos ver el resto de molinos tendremos que retroceder hasta la bifurcación y seguir las indicaciones hacia el Mas de Mont-Ravà donde encontraremos el molino de enmedio y el molino de abajo, quizás menos expetaculares que el molino de arriba pero que vale la pena visitar. Nos dirigiremos hacia el Mas de Mont-Ravà, una impresionante masía fortificada del siglo XII. En la parte superior del conjunto arquitectónico encontrados dos torres fortificadas, una en mejores condiciones que la otra, construida seguramente por los árabes. La masía se encuentra en perfecto estado de conservación, habitada por una familia y su mascota, un gato negro. El camino asfaltado pasa a ser cimentado y después a ser de tierra, cruzamos el río y caminamos durante un rato para encontrarnos con la fuente de l'Irla. Está escondida entre la vegetación pero no es difícil de encontrar. Es pequeña pero tiene mucho encanto y vale la pena llegar hasta aquí. A partir de este punto podemos continuar por el camino que se hace mucho más estrecho y agreste, para dirigirnos a la población del Albiol, a aproximadamente 2 kilómetros. Si tienes tiempo de sobra vale la pena visitarlo, el Albiol está situado sobre la montaña de Prades y puedes disfrutar de unas hermosas vistas de toda Tarragona.
Molino de arriba vista desde el camino
Molino de arriba vista desde la parte superior
Canalización del molino de arriba, donde se encontraba la rueda que movía el molino
Estanque del molino de arriba
Molino de abajo
Río Glorieta
Desde el camino vista del Mas de Mont-Ravà
Detalle del frontal del Mas de Mont-Ravà
Detalle de la entrada empedrada del Mas de Mont-Ravà
Torre fortificada
Camino que nos lleva a la fuente de la Irla
Señalización
Fuente de l'Irla, entre la vegetación
Señalización de la fuente de l'Irla
A partir de aquí el camino en dirección al Albiol se estrecha
De vuelta, vista del molino de dalt en la montaña
De vuelta, al pasar por el Mas de Mont-Ravà nos saluda uno de sus habitantes